Educación de calidad, ¿es real o cuales son sus verdaderos efectos?
Marco Antonio Delgadillo
A propósito del mes de abril, (por aquello que el día 1º fue el “Día Mundial de la Educación” y que se retomaron las clases el lunes 2 del mes tras las vacaciones de primavera), alrededor de una mesa, una bella tarde a la orilla del mar, estábamos reunidos un grupo de jubilados. De pronto uno de ellos expresó: “¿Han escuchado un promocional donde uno de los candidatos expresa que ofrece educación de calidad?”
Y continuó, “Indudablemente, buen tema. Mas, ¿quién educa?: existen tres pilares fundamentales en la educación: la familia donde se realiza la socialización (domesticación) y duplicación social de valores y costumbres; las iglesias que refuerzan esos valores a través de un sistema de creencias metafísicas; y el estado, que diseña los contenidos de los programas de la materias a impartir y quien debería tomar como base el conocimiento universal, reforzando a su vez los valores y las costumbres”.
Otro aseveró: Primero, ¿qué se entiende por educación? Tomemos la definición de Wikipedia: La educación es el proceso de facilitar el aprendizaje o la adquisición de conocimientos, habilidades, valores, creencias y hábitos de un grupo de personas que los transfieren a otras personas, a través de diversos instrumentos pedagógicos para que las personas se apropien del conocimiento.
Un tercero intervino, expresando que la definición es válida, pero le gustaría “abordar a Gramsci, porque va más allá de la definición, planteando cuál es el objetivo de la educación”.
“El objetivo de la educación la define el Estado para lograr ciertos fines. En concreto, la educación contiene una ideología dirigida a las clases subordinadas, que asumen los valores y la concepción del mundo de la clase dominante, tomándolos como sentido común de forma generalizada”, abundó.
“Entonces,” expone un asistente, (no sin antes darle un sorbo a su café) “es a través de la escuela donde se forman ciudadanos que no tengan capacidad de disentir, criticar, proponer y crear, porque las clases a dominantes nos les conviene; ellos desean ciudadanos que obedezcan, que fácilmente se atemoricen a fin de poderlos manipular, con bajos salarios y sin capacidad de razonar”.
Y continuó, “Eso exactamente se ha hecho en los últimos 30 años en nuestro país… y con hambre, ¿que se puede aprender?”.
“Bien,” dijo uno de los jubilados, “entonces ese señor ¿qué entenderá por calidad en la educación? ya que yo entiendo que calidad es lo superior, lo excelente”.
La reforma educativa es un cuento: primero porque es una reforma laboral, segundo; nunca se abordaron los contenidos de cada materia que se imparte en los distintos niveles escolares. Está expuesto, el Estado y los poderosos ya definieron que tipo de ciudadanos quieren y lo han logrado. Manipulables, pobres y temerosos.
